jueves, 8 de octubre de 2009

¡Contra el maltrato taurino y general!

Después de burlar al animal con el capote, el 'picador' le clava en la espalda la PUYA, una lanza que destroza músculos (trapecio, romboideo, espinoso y semiespinoso, serratos y transversos de cuello, etc.) Lesiona, además, vasos sanguíneos y nervios, abriéndole grandes boquetes, por donde luego pueden hundirse la BANDERILLAS, unos palos terminados en arpones de acero cortante y punzante, de 6 a 8 centímetros. De longitud. Luego, atraviesan al toro con una ESPADA de 80 centímetros de longitud, que puede destrozarle el corazón, el hígado, los pulmones, la pleura, etc., según el lugar por donde penetre en el cuerpo del animal; de hecho, cuando destroza la gran arteria, el toro agoniza con enormes vómitos de sangre.
El animal. En un intento desesperado por sobrevivir, se resiste a caer, y por su gran memoria suele encaminarse hacia la puerta por la que entró (puerta de chiqueros), buscando la salida por la que huir de tanto maltrato y dolor.
Pero sus verdugos lo apuñalan en la nuca con el DESCABELLO, otra larga espada que termina en una cuchilla de 10 centímetros con tope. A pesar de estos terribles tormentos, el animal no suele morir, por su gran potencia física, pero finalmente cae al suelo,
Porque la espada ha ido destrozando sus órganos internos. Entonces, lo 'rematan' con la PUNTILLA, un cuchillo-puñal de 10 centímetros, con el que intentan seccionarle la médula espinal, a la altura de las vértebras 'atlas' y 'axis'. El toro queda así paralizado, sin poder siquiera realizar movimientos con los músculos respiratorios, por lo que muere por asfixia, muchas veces ahogado en su propia sangre, que le sale a borbotones por la boca y la nariz.
En algunos lugares también alfiletean con saetas al pobre toro:
¿Es esto espectáculo honorífico? ¿Para quién, para sádicos? Creo que si…
También hemos de tener en cuenta, las veces que el pobre toro malherido, ataca al picador, pero por desgracia hiere al caballo en vez de a su torturador.
Antes de entrar en la arena, el toro ha sido sometido en el toril (una espantosa mazmorra) a horribles malos tratos y vejaciones, como la de recortarle los cuernos, hacerle padecer el peso de enormes sacos de arena durante horas, etc. Al final de esa tortura prolongada, sus patas son bañadas con aguarrás para que no pueda quedarse quieto; sus ojos recubiertos de vaselina para que disminuya su ya muy deficiente visión. Luego lo golpean con instrumentos punzantes e hirientes para obligarlo a entrar en el ruedo. El pobre animal, despavorido, trata de huir. Sólo ve colores fuertes y cálidos y por donde ve uno intenta escapar, sin saber que es una vil y canallesca trampa de los torturadores y asesinos para martirizarlo y, encima, burlarse de él.
Empiezan las faenas: Se lo somete a tres picas. (Añadamos de nuestra cosecha este dato, sacado de la enciclopedia Quid: El toro Almendrito fue sometido a 43 picas en 1876. Cuando excepcionalmente un toro no está medio-muerto tras la segunda o tercera pica, se le infligen picas adicionales hasta que ha perdido casi toda su vitalidad y medio-yace moribundo.)
La pica es, por disposición «legal», de acero cortante y punzante, terminada en un arpón de 10 cm, seguido por una cruceta o varias; la cruceta es un disco, que a menudo penetra profundamente en el cuerpo del animal; el picador, con pericia, abre en el toro un boquete enorme, que puede ser de casi medio metro, girando con saña su instrumento de tortura, que va perforando y despedazando los órganos internos del animal. La hemorragia así causada provoca un torrente de sangre, que se vierte abundantísimo no sólo a través de las heridas externas, sino frecuentemente también por la boca.
Luego vienen las banderillas, asimismo de acero cortante y punzante (según lo manda el Boletín Oficial del estado). Algunas banderillas tienen un arpón de 80 mm (las de castigo, a las cuales es sometido el pobre toro cuando ha logrado zafarse de una de las picas); las otras son un poco menos largas. Los garfios o arpones hincados profundamente por los banderilleros en el cuerpo del toro causan un espantoso dolor con cada movimiento del animal, porque giran y se voltean, continuando hasta el último minuto de su desgraciada vida el desgarre y ahondamiento de las profundas heridas internas. No hay límite al número de banderillazos: tantos como sea menester para dejar al toro medio muerto. La espada del matador tampoco lo remata siempre, ni mucho menos. Entonces viene la faena de los puntilleros, que con sucesivos golpes de puñal reducen sus últimos hálitos vitales hasta hacerlo perecer ensangrentado, asfixiado, en una agonía lenta que estremecería a cualquier persona insensible.
Y a los datos de Gilpérez añado éste (tomado de la misma fuente, el Quid, nada sospechoso de parcialidad anti taurina o anti aristocrática, ¡todo lo contrario!): cuando excepcionalmente un toro, por su singular bravura, ha sido «indultado» (¡qué palabreja!: « ¡indultado!», ¡como su fuera él el delincuente y no la víctima!), hay que sacrificarlo porque está totalmente destrozado por dentro. Tal fue el caso del toro Jaquetón, p.ej.

1 comentario:

  1. si estoy deacuerdo si tienen que morir porque no les dan una muerte digna en un matadero.... solo lo hacen para alimentar la maldad y la crueldad

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